Por jerarquía, por compromiso y por pasión, Natalie Juncos se transformó en poco tiempo en un bastión del proyecto futbolístico de la Academia al punto de haber terminado el 2020 como la capitana del equipo que dirige Antonio Spinelli. Nacida en Detroit, Estados Unidos, criada entre asados, mates y amor por nuestro país, su historia se construyó con la pelota como columna vertebral. “Soy una enamorada del fútbol”, le cuenta al sitio oficial en una charla que, a mitad de camino entre el castellano -que está perfeccionando a través de una beca en el Centro Universitario de Idiomas (CUI) entregada por el club- y el inglés, repasa una carrera que tiene como hito principal su participación en el Mundial que se disputó en Francia en 2019.
-¿Cómo entró el fútbol a tu vida?
-Cuando tenía cuatro años. Una amiga de mi mamá anotó a su hijo en una liga mixta y a mí me pusieron a jugar con él. En ese momento, me entrenaba tres veces por semana porque era todavía una actividad recreativa. También practicaba otros deportes. Pero sinceramente me enamoré del fútbol y nunca más lo dejé.
-¿De Argentina también te enamoraste?
-Podríamos decir que sí. Mis padres me transmitieron el amor por el país. Mi papá, Luis Juncos, y mi mamá, Valentina Aracil, fueron nadadores olímpicos y representaron a Argentina en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 y de Seúl 1988. Pese a la distancia, me criaron comiendo asados y me volví fanática del mate. ¡Ahora no me muevo a ninguna parte sin yerba!
-¿Cuándo decidiste que querías ser futbolista?
-Se fue dando el proceso casi de forma natural. En Estados Unidos, jugás a nivel de clubes hasta que cumplís 18 y ahí podés pasar al fútbol universitario, que es muy prestigioso. Sólo el uno por ciento de las estadounidenses que practican fútbol llega a participar en una liga competitiva porque, además, el sistema de becas es bastante restrictivo. Pero yo tenía esa meta y así inicié mi carrera. Jugué dos años en la Universidad de Florida y luego me mudé a la Universidad de Houston, donde en 2013 me recibí en Ciencias de la Salud y en Kinesiología. Para alcanzar eso, desde los 13 formé parte del equipo de Minnesota, uno de los mejores del país. Ahí ya nos entrenábamos cinco veces por semana y competíamos en el torneo regular.
-¿Qué diferencias notaste al pisar la Argentina?
-Ni bien aterricé, me encontré con que acá no era muy común que las mujeres jugaran con una pelota. En Estados Unidos, desde hace por lo menos cuatro décadas que hombres y mujeres practican fútbol por igual. Hay además una estructura profesional que brinda más oportunidades. Pero pienso que, en los últimos años, acá se modificó mucho el panorama y que vamos por un camino de franco crecimiento. Para mí, es muy importante ser parte de este proceso de cambio que está logrando que tantas chicas puedan apostar por el sueño de dedicarse por completo al fútbol.
-¿Cómo se dio tu llegada a Racing?
-Si me pongo a mirar hacia atrás, creo que todo comenzó cuando tenía siete y me regalaron mi primera camiseta de la Selección. Ahí decidí que quería representar a Argentina en lo que fuera. Me vine en 2013 y aproveché para instalarme en el país de mi familia. La experiencia me hizo muy feliz porque me permitió acercarme a mis raíces. Me llamaron desde Racing en 2019 y no lo dudé. Me estaban observando varios clubes del exterior pero la charla con el Tano Spinelli me convenció: llegar a un club tan grande y con un proyecto sólido para el fútbol femenino era lo que quería. Además, pesó la herencia: tanto mi papá como mi abuelo son hinchas de la Academia.
-¿Qué significó para vos, como mujer y como deportista, la profesionalización del fútbol femenino?
-Es un orgullo haber sido parte de un momento tan trascendental. Estamos cambiando una cultura que indicaba que el fútbol era un deporte sólo para varones. Estoy convencida de que los deportes –y el fútbol es eso también- son para que todas y todos los disfrutemos. Siempre pensé que el fútbol argentino era más grande de lo que parecía. Y lo fui confirmando con los años. Llevaré un tiempo continuar creciendo pero todo lo que logramos influirá positivamente en las generaciones que vendrán.
-¿Qué es Racing a esta altura en tu vida?
-Es un lugar en el que soy feliz. Me puse por primera vez la camiseta ante Platense, en el primer partido de la era profesional. ¿Qué sentí? No tengo palabras para explicar la emoción. Jugar en el Tita y en el Cilindro también marcó un antes y un después para mí y para mis compañeras. Tan fuerte es lo que siento que elegí renovar el contrato a mitad de 2020 porque sé que Racing es el club en el que quiero estar.
-¿Por qué te decidiste a estudiar español en el Centro Universitario de Idiomas (CUI) con la beca que te otorgó el club a través de su proyecto educativo?
-Siempre quiero mejorar mi español. Es un desafío que todavía tengo. Sobre todo, lo relacionado a los verbos y a los artículos, que me sigue costando. Me plantaron desde la coordinación esta posibilidad y acepté enseguida. No quise dejar escapar la chance. Y la verdad es que siento una diferencia importante. Las clases me ayudan mucho y me gusta tanto el modo de enseñanza de la profesora como la interacción con las compañeras y los compañeros de la clase. Mi plan es seguir creciendo en ese aspecto y voy a tomar el segundo nivel cuando logre aprobar el primero. Más allá de que tengo una base del idioma, me queda mucho por aprender aún.
(Prensa Racing Club)
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