Llegó a Racing pedido de manera especial por Pizzuti para reforzar en el ataque al equipo que venía de ganar el campeonato local del 66, de cara a la competencia internacional del año siguiente. Y el gran José no se equivocó: el delantero pagó con creces su incorporación y fue una pieza clave tanto en la obtención de la Copa Libertadores como en la serie posterior que le dio al club el título del mundo. Hoy la Academia recuerda una vez más con orgullo al Toro, todo un símbolo de nuestra gloria.
Nunca está de más el recordar el siguiente detalle que no es para nada menor: Racing Club cuenta en su haber con 117 años de vida de una riquísima historia y un pasado repleto de gloria. Y como eso ya es sabido, es también irrefutable el hecho de que luego de tantas jornadas a lo largo del tiempo fueron construidas por una larga lista de galería de símbolos que forjaron la identidad del club, desataron el amor de multitudes y le entregaron a nuestra institución la grandeza de la que todavía hoy disfruta. Nuestra historia no empezó ayer y merece ser contada, ya que es fundamental conocerla para saber quienes somos y hacia dónde vamos. Por eso, como homenaje respetuoso y también como saludo eterno, se recuerda a éstos ídolos en las fechas que ya les pertenecen. Gracias por llenarnos de gloria. Ayer, hoy y siempre. Simplemente gracias.
Juan José Pizzuti, gloria máxima de nuestra institución, era principalmente un tipo sabio. Por eso cuando ante un medio periodístico describió con simpleza y en pocas palabras a Norberto Raffo, no quedaron dudas de que su concepción no había cambiado más allá de los títulos y de la grandeza conseguidas en base a su elección. «Era un muchacho fuerte, noble, que en el área y, a pesar de no tener gran altura física, ante cualquier centro aéreo no perdonaba», dijo el genial ícono racinguista con respecto a quien se terminó transformando con actuaciones rutilantes y en especial con muchos goles en la figura ofensiva que el equipo necesitaba. Pizzuti lo sabía y en silencio, sin que otros clubes tomaran nota de lo que él ya tenía muy claro, les pidió a los dirigentes académicos que hicieran el esfuerzo por incorporar a aquel joven que por ese entonces era figura en Banfield. El resto de la historia ya es más conocida: «El Toro», como se lo apodaba por su porte físico y potencia, llegó a la Academia como refuerzo de cara a un 1967 que terminaría por transformarse en el año más glorioso en la historia de nuestro club. Y la presencia de Raffo en el equipo tuvo mucho que ver.
Nacido el 27 de abril de 1939 en Avellaneda, debutó en Independiente en 1960 para luego pasar al Taladro, club en el que también dejaría una huella imborrable al destacarse como uno de los máximos artilleros de su historia. Pero definitivamente el punto más alto y glorioso de su carrera se dio en Racing Club: campeón de la Copa Libertadores del 67 -fue además el goleador del certamen con 14 tantos en 17 partidos incluyendo uno en la final ante Nacional- y campeón de la Copa Intercontinental ese mismo año, con un gol suyo en el Cilindro que forzó al épico tercer partido desempate en tierras uruguayas ante el Celtic escocés.
El Toro Raffo fue un goleador tremendo. Y como tal , no perdonaba. Jamás. Aunque la altura física no era una de sus virtudes naturales, logró complementar ese factor con una gran potencia de piernas y una técnica notable, en especial a la hora del cabezazo. No por nada fue señalado por muchos de los entendidos de la época como uno de los mejores cabeceadores de la historia del fútbol argentino. Y a pesar de sus condiciones extraordinarias a la hora de la definición, Pizzuti lo hacía practicar contra un frontón después de cada entrenamiento: “Tenía que pegarle con las dos piernas hasta que tanto el derechazo como el zurdazo salieran iguales”, recordaría más tarde el ídolo al respecto de esas jornadas con sentida admiración hacia su mentor en la Academia.
En Racing disputó 63 partidos y convirtió en 26 ocasiones entre el 67 y el 69. También jugó en Atlanta, Lanús, Altos Hornos Zapla (Jujuy), Huachipato (Chile) y América de Cali (Colombia). Una vez retirado de la actividad profesional no pudo dejar de lado su pasión por la pelota y se lanzó a la aventura de ser entrenador. Tan grato había sido el recuerdo futbolístico dejado por él en los clubes, que con el tiempo pudo dirigir a varios de ellos: Lanús (Primera e Inferiores), Banfield, Gimnasia y Esgrima (Jujuy), Altos Hornos Zapla (Jujuy), Talleres (Remedios de Escalada), El Porvenir y Argentino de Quilmes lo tuvieron como técnico mientras duró su carrera.
Apasionado por la pesca además de por el fútbol, Raffo falleció el 16 de diciembre de 2008 a los 69 años de edad. Y hoy, al cumplirse 12 años de su partida física, la institución recuerda una vez más su figura con emoción, orgullo y pasión. El Toro será por siempre un ídolo de Racing Club y el eco de sus gritos de gol llenos de gloria resonarán de manera eterna a lo largo de nuestra historia.
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(Racing Club)