Sienmpre supo reponerse, aun de los golpes más duros. Racing los tuvo en este 2022 de números notables (el de mejor rendimiento estadístico) y, sobre todo, de juego ampliamente reconocido. Pero nunca dejó de creer, de aferrarse a sus convicciones ni de intentar, una y otra vez, la construcción del juego.
La final en San Luis ante Boca, por el Trofeo de Campeones, fue una prueba más de que el equipo de Fernando Gago debió rendir para aprobar con distinción y coraje. Porque debió correr de atrás cuando a los 18 minutos se vio en desventaja, porque no se asustó ni se desquilibró y llegó al 1-1 sin demoras, con un zurdazo estupendo de Matías Rojas. Recompuesto del primer golpe, Racing ajustó sobre la zona en la que Boca había establecido el predominio. Una vez que pudo controlar las bandas, en especial la zurda por donde se combinaban Villa y Fabra, Racing anuló ese recurso ajeno y se apoyó en la circulación, una marca registrada.
Salvo ese lapso de arranque y dos ocasiones con pelotas largas y cruzadas cabeceadas por Fernández y Briasco en el segundo tiempo, ya no hubo zozobras cerca de Gabriel Arias. Racing nunca miró con dulzura la chance de llegar a la tanda de penales. Ya en la segunda etapa debió haber sacado ventaja por posesión y paciencia para hallar el hueco de remate. Dos veces Gabiel Hauche y una Carlos Alcaraz (su definición rebotó en la base del poste derecho) pusieron al equipo en la frontera de la victoria. No fue en los 90 minutos, pero si en el 118…
A pesar del desgaste acumulado ante Tigre, el miércoles precedente, Racing no dio indicios de declive físico ni siquiera cuando hubo m´pas campo que cubrir por expulsiones en abaundancia. Facundo Tello, el árbitro principal, había echado a Johan Carbonero y Villa, por agresión mutua, segundo antes del final del tiempo regular. En el primer suplementario se agregó la de Varela, irreprochable, y el vendaval llegaría luego.
Inteligente, 10 contra 9, Racing movió la bola de lado a lado, sin urgencia pese a la evidente determinación de resolver todo sin tiros desde los 11 metros. La plataforma de lanzanmiento, en general, fueron los precisos envíos de Gonzalo Piovi, proyectado por izquierda. A los 13 minutos del segundo chico añadido, uno de esos pases tuvo la continuidad hermosa en un cabezazo de Alcaraz, cruzado a la izquierda de Rossi: 2-1 y certeza de vuelta olímpica. Charly se fue con roja por haberse sacado la camiseta (tenía amarilla previa), un detalle menor comparado con las agresiones colectivas de Boca, que derivaron en un tendal echado: Advíncula, Zambrano, González (los dos últimos, desde el banco, al igual que Jonatan Galván). Con ocho hombres en campo, Boca siguió la senda de salidas prematuras con Fabra (falta fuerte a Pillud) y Benedetto (ademanes descomodidos contra Tello). Como marca el reglamento, reducido a seis futbolistas, Boca no pudo seguir.
Racing, que ya estaba para el triunfo por nocaut, terminó celebrando debido al abandono: 38 conquistas (18 cetros de liga, 14 copas nacionales, seis internacionales) para validar, otra vez, el nombre de Academia.
¡Así, siempre así, Racing!
(Prensa Racing Club)