Hay datos, indicios firmes que revelan un funcionamiento consistente y engranajes que encajan a la perfección. Y la continuidad expone la causalidad: el juego de Racing fluye, con velocidad, conexiones a un toque y ocupación de espacios con pleno sentido ofensivo, con plena conciencia por dónde hay que transitar.
El primer tiempo fue de alto nivel, con un resultado ínfimo (pared Hauche-Miranda con definición del Demonio) en función del dominio y las ocasiones en las que Racing pudo haber convertido: fueron siete veces las que pudo haber convertido, con intervenciones de Herrera, el poste e imperfecciones menores que frustraron el vendaval de goles. Miranda resume la reconversión del equipo, transformado en un volante box to box, estilo Premier, capaz de asistir y llegar como delantero central en rompimientos y, también, contribuir con Moreno en el dique central.
Talleres intentó sostener el ritmo y vulnerar por las bandas, pero no pudo sostener la posesión -Racing tuvo el patrimonio del balón- y apenas registró dos aproximaciones, la primera en el arranque con un cierre notable de Sigali en un avance profundo de Girotti y la segunda en el cierre, con un disparo externo que Chila Gómez resolvió con eficiencia en la única exigencia en 90 minutos.
A pesar de que el caudal de ataque se redujo en proporción al del primer tiempo, Racing generó oportunidades como para que el 1-0 no quedara como una chapa ajena a los sucesos de los 90 minutos. A los aciertos de Herrera para detener varios remates con rumbo de red se les sumaron las equivocaciones de Hugo Páez, el segundo juez de línea, quien marcó tres posiciones adelantadas que frustraron goles. Fueron, en el contexto, detalles dentro de un concierto de jerarquía.
Foto: Paola Lara.
(Prensa Racing Club)