Se formó de manera íntegra en el club y dejó su nombre grabado en la inmortalidad al integrar un equipo que fue grande en Argentina, América y el mundo entero. Se construyó como un lateral izquierdo hábil tanto para la marca como para el juego y ganó todo con la Academia dentro del plantel más glorioso de toda nuestra historia. Luego se erigió como la mano derecha de Alfio Basile y juntos formaron una recordada dupla técnica. Hoy se cumplen tres años de su partida y Racing le brinda el homenaje que el Panadero se merece.
A éstas alturas ya es toda una obviedad el mencionarlo, pero no por eso hay que dejar de hacerlo. Racing Club cuenta en su haber con 117 años de vida de una riquísima historia y un pasado repleto de gloria. Y como eso ya es sabido, es también irrefutable el hecho de que luego de tantas jornadas a lo largo del tiempo fueron construidas por una larga lista de galería de símbolos que forjaron la identidad del club, desataron el amor de multitudes y le entregaron a nuestra institución la grandeza de la que todavía hoy disfruta. Nuestra historia no empezó ayer y merece ser contada, ya que es fundamental conocerla para saber quienes somos y hacia dónde vamos. Por eso, como homenaje respetuoso y como saludo eterno, se recuerda a éstos grandes en las fechas que ya les pertenecen. A los ídolos académicos, simplemente gracias. Ayer, hoy y siempre.
Rubén Osvaldo Díaz solía caminar por el Cilindro sin que nadie le dijera ni Rubén ni Osvaldo ni Díaz. Era, para todas y para todos, el Panadero. Así lo llamaron sus compañeros durante la inolvidable gesta del Equipo de José, así lo saludaban los hinchas en la calle y así fue reconocido también cuando asistió al homenaje que el club organizó al cumplirse medio siglo de la obtención de la Copa Interncontinental ante el Celtic. Aquella fue la última vez que pisó la que a lo largo de su vida fue su casa.
Había nacido el 8 de enero de 1946. Debutó joven, a los 19 años, en 1965. Todo en Racing, siempre de Racing. Lo apodaron como lo apodaron porque su papá tenía una panadería. Fue uno de los pibes que Juan José Pizzuti reubicó dentro de la cancha para sacarle más jugo todavía a su talento. Cuentan los que lo vieron jugar que era rápido, que marcaba bien y que atacaba como si fuera un puntero izquierdo. Además, cabeceaba sin despeinarse cada vez que pisaba el área contraria. La Academia se consagró en el plano local el domingo 20 de noviembre de 1966 y una imagen suya haciendo jueguitos copó la tapa de la revista El Gráfico del martes siguiente.
Ganó la Copa Libertadores y ganó también la Copa Intercontinental el 4 de noviembre de 1967. No pudo estar en el partido decisivo en el Estadio Centenario. Gritó el gol con el alma, parado en la platea. Pero sí pudo participar de las celebraciones por el medio siglo del gol del Chango Cárdenas. “Es una satisfacción recibir los aplausos y poder festejar con mi gente.”, había afirmado con emoción en la previa de aquella jornada histórica. Estuvo en Avellaneda hasta 1972 y regresó en 1977. En el medio, pasó por San Lorenzo y por el Atlético de Madrid.
Como ayudante de Alfio Basile, se dio el gusto de levantar la Supercopa en el Estadio Mineirao en junio de 1988. Alzó los brazos en Belo Horizonte como el más fanático de los hinchas. Lo acompañó al Coco, su gran amigo, a lo largo de toda su carrera como entrenador. Juntos dirigieron al equipo en 1997, donde llegaron hasta las semifinales de la Libertadores, y en el arranque de 2012.
“¿A mí me van a hacer una nota? Yo no soy Tito Pizzuti”, dijo con una sonrisa y algo de pudor ni bien pisó la sala de conferencias del Cilindro. Y es que Rubén Osvaldo Díaz había dejado de ser Rubén Osvaldo desde hacía rato. Era el Panadero Díaz. Por eso fue lo más lógico del mundo que así también lo llamaran entre risas sus ex compañeros cuando lo vieron llegar aquella tarde a la cancha para una producción de fotos en homenaje a los 50 años del título mundial. Era un gran campeón, pero cultivó y mantuvo un perfil bajo que sostuvo a lo largo de toda su vida.
Integrante de las páginas más gloriosas de la historia del club, pieza clave del mítico Equipo de José, el enorme Panadero, el fenomenal Panadero, el crack Panadero, falleció el 18 de enero de 2018 a los 72 años. Su partida produjo una enorme tristeza en la institución. Cinco palabras bastan para resumir su lazo con esta camiseta. Las pronunció él: “Después de mi familia, Racing”. Y hoy desde la institución las repetimos con emoción y el mayor de los respetos, como una manera más de recordarlo. Porque eso es lo que logran aquellas personas cuya figura trasciende al tiempo: que su recuerdo se mantenga vivo por siempre.
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(Racing Club)