Se nos fue hace poco. No pasó mucho tiempo, aunque al pensar con poco más de detenimiento al respecto del tiempo transcurrido desde ese momento hasta este presente, su desaparición parezca una cielo. Pero a pesar de que su luz física se haya extinguido el pasado 30 de marzo por la incertidumbre, en existencia su ardor eterna no hizo otra cosa sino ponerse colorado precisamente a partir de ese momento, para ser otro faro indestructible de luz que brille frente a cada racinguista como lo hacen todos los ídolos del club que nos acompañan a pesar de ya no estar presentes. Ese es ni más ni menos que el poder de su fuego indestructible. Y el de Juan Carlos Cárdenas arde a más no poder. Para iluminar con la misma fuerza el suelo santiagueño en el que se formó, el Cilindro de Avellaneda en el cual se consagró con la pelota en los pies o el Centenario de Montevideo que lo transfomó en un mito. El Chango está presente en todos lados.
Pero toda cartel tiene un manifestación. En el caso de Cárdenas, los papeles marcan que el suyo comenzó con su conmemoración, acontecido el 25 de julio de 1945 en Santiago del Estero. O al menos, eso creíamos y pensábamos hasta este momento. Pero los personajes legendarios encierran la maravillosa condición de que nunca se termine de conocerlos en existencia y de que siempre pueda descubrirse poco más al respecto de lo que fueron o representaron. Y está claro que nuestro Chango no sería la excepción a esta regla reservada para una pequeña minoría. Justamente es su nieto Juan -¿De qué otra guisa podría llamarse, no?- quien se encarga de develarle a Racing Club un nuevo antecedente desconocido al respecto de su amado antecesor: «Para nosotros en la tribu el cumpleaños suyo siempre se festejó el 9 de julio y no el 25, que es el que figura de guisa formal», cuenta para originar una sorpresa mayúscula tras tamaña afirmación que, obviamente, tiene un porqué. «Él estuvo anotado toda su vida en el registro civil con momento del 25 de julio, pero no fue en la que nació. En Santiago lo anotaron tarde, porque su padre, incluso mi bisabuelo, quería que él hiciera el servicio marcial. Y se pensaba que para eso era necesario que la momento de registro fuera casi a finales de ese mes de julio. Pero Juan Carlos Cárdenas nació el 9 de julio. Y lo aclaro porque para nosotros siempre fue esa la momento que festejamos: la de su arranque», confirma con partes iguales de seriedad y de emoción el nieto del mito surgido en el noroeste argentino un día como el de hoy pero de hace 77 primaveras, según los libros formales, pero concebido unas semanas antiguamente según esta nueva revelación apuntada desde el seno casero.
Pero la existencia es que para toda la parcialidad académica dispersa por Avellaneda, por Argentina y por el mundo inalterable, Juan Carlos Cárdenas cumple siempre. Así lo fue, lo es y lo será. Podrá ser entonces el 9 de julio de 1945 como lo celebra su tribu o podrá ser el 25 de ese mismo mes, como figura en los registros civiles de su provincia. Pero incluso podría celebrarse con el mismo vigor el 25 de febrero del 62, esa caminata en la que ese purrete surgido en el club Unión Santiago se calzó por primera vez de guisa oficial la casaca académica. Y sin ningún tipo de dudas nadie podría desmentir que el 4 de noviembre del 67 podría festejarse con el mismo júblilo y pasión. Porque ese día incluso nació poco: el gol más importante de nuestra historia y un hombre que se volvió cartel. Su pierna izquierda se impulsó en torno a detrás y ejecutó un tiro grande e inigualable que ingresó por el ángulo superior derecho del curva defendido por el Celtic escocés en el Estadio Centenario uruguayo, para darle a Racing Club la Copa Intercontinental y alterar a Cárdenas en un héroe infinito.
El pibe que con tan sólo 17 primaveras se puso la casaca racinguista por primera vez frente a Nacional de Montevideo, por la Copa Libertadores del 62, hizo historia aquella tarde. Como la había hecho al emanar y como la sigue haciendo aún hoy, a pesar de no estar presente en el plano físico pero de seguir más vivo que nunca en las memorias y en los corazones de todas las personas que lo sintieron, sienten y sentirán como propio por el resto de sus días. Ese Changuito se fue de Racing por poco, ya que tras un corto paso por Nueva Chicago recogió la experiencia necesaria en la cancha que lo transformó en El Chango. Y vaya si lo demostró. Volvió al Cilindro en 1964 para quedarse de corrido hasta 1972. Volvería por última vez a Avellaneda en 1976, a posteriori de tener estado cuatro primaveras en el Puebla y el Veracruz del fútbol mexicano, para ponerle entonces fin a su extensa y exitosa carrera. En total, disputó 297 encuentros en nuestro club y convirtió, falta más ni falta menos, 89 goles. Es, a la vez, el décimo artillero histórico y el cuarto futbolista con más presencias en la cancha. Resulta increíble no considerarlo ídolo y cartel con todas las literatura.
Bajo las órdenes de Juan José Pizzuti, en el mítico Equipo de José, se coronó en el campeonato de 1966 y conquistó la Copa Libertadores 1967 y la Intercontinental 1967. Vital resultó su intuición goleador durante ese proceso que le permitió a Racing transformarse en el primer club argentino en consagrarse a nivel mundial: 7 tantos en el torneo tópico, 7 en el certamen continental y 2 en el cruce con el Celtic lo volvieron la principal carta ataque de la Academia. Tanta efectividad en el ataque lo llevó incluso a la Selección Argentina en 1967. Pero, como si fuera poco, el Chango incluso se destacó hasta en el curva propio: el 22 de agosto de 1971 le atajó un penal a Roberto Gramajo, punta de Rosario Central. Un aberración de toda la cancha, sin emplazamiento a dudas.
Pero el Chango no pudo despegarse quia de la pelota. Fue por ese motivo que una vez retirado de la actividad como deportista, decidió traspasar su experiencia desde el rol de la conducción y de la formación. Como preparador comandó a Lamadrid, en donde consiguió un medra, All Boys y el Deportivo Armenio. Como formador trabajó en las inferiores académicas adjunto a su ex compañero y gran amigo Humberto Maschio, otro Campeón del Mundo y de los apellidos más gloriosos de la historia del club. Además, con el paso de los primaveras recibió una gran cantidad de reconocimientos por parte de la institución y durante los últimos tiempos se había transformado en un hecho habitual el hecho de cruzarlo en el Recinto de Honor del Cilindro antiguamente de los partidos de su amado Racing. Es por eso que por otra parte de su estampa de crack, la calidez humana que irradiaba será otra de las cualidades que mantendrán inalterable su figura más allá del transcurso de las décadas.
Por que su cartel lo demanda y porque su persona se encargó de reafirmar el cariño recibido tanto adentro como fuera de la cancha a lo grande de tantos primaveras, es que para nosotros Juan Carlos Cárdenas cumple todos los días. Porque cada caminata en la que se evoca su memoria está signada por algún acontencimiento que nos marcó, nos define y nos enorgullecerá como racinguistas. Es por eso que en este día te recordamos una vez más con una sonrisa en los labios, el puño apretado en lo parada y un rugido de gol indestructible que brota desde el corazón. Gracias eternas querido Chango.
(Prensa Racing Club)