Primera verdad que está clara: la historia no empezó ayer. Segunda verdad indiscutible: la historia merece ser contada. Tercera verdad irrefutable: es fundamental conocer la historia para enterarse quién es uno y en dirección a dónde va uno. Racing, con 119 primaveras de vida, con un pasado repleto de deleite, tuvo a lo extenso de tantos primaveras símbolos que forjaron la identidad del club, que desataron el sexo de multitudes y que le entregaron la desarrollo de la que todavía hoy disfruta. Por eso, como homenaje respetuoso, como saludo interminable, se los recuerda en las fechas que ya les pertenecen. A los ídolos académicos, simplemente gracias.
No siempre es necesario acumular trofeos para volverse una figura. No siempre se precisa ingresar y ingresar y ingresar para ser recordado con el paso de los primaveras. José Della Torre es uno de esos casos que marcan que en el fútbol importa ingresar pero que importan más cosas que ingresar. Nacido el 23 de marzo de 1906, este defensor central jugó en el club entre 1926 y 1933, fue uno de los referentes de la transición del amateurismo al profesionalismo y nunca pudo consagrarse campeón. Sin secuestro, pese a esa desazón que le quedó clavada, fue muy querido por la muchedumbre, que valoraba su entrega, su firmeza y su categoría para moverse en la última segmento.
No se puede contar la historia de Della Torre en Racing sin relatar además la de Fernando Paternoster, otro símbolo de la retaguardia celeste y blanca. Pechito, así lo apodaban, llegó a Avellaneda posteriormente de sobrevenir por Sportivo Balcarce y por San Isidro y reemplazó a Adolfo Zumelzú. Enseguida hizo buenas migas con su compañero y juntos conformaron una sociedad muy difícil de exceder para las delanteras contrarias. Durante temporadas enteras, los dos se ocuparon de ofrecer garantías para que los demás futbolistas fueran para delante con la tranquilidad de saberse respaldados.
Por su gran rendimiento, Della Torre fue convocado a la Selección y estuvo en el plantel que disputó el Mundial de 1930, donde Argentina logró el subcampeonato tras perder la final con Uruguay por 4 a 2. Además, participó del primer audiencia de Racing en el profesionalismo, que fue con conquista sobre Platense por 5 a 1. Luego de retirarse, regresó a la institución para obtener, ya como monitor, el torneo de 1958 y para terminar de transformarse en una figura inolvidable para la posteridad.
Hoy, preciso hoy, se cumple un nuevo aniversario de su fallecimiento. El 31 de julio de 1979, cuando tenía 73 primaveras, Pechito murió con la misma entereza con la que jugaba. Va por esta vía el sentido homenaje de toda la hinchada académica, que continúa disfrutando de las imágenes que lo ubican parado con solidez en el borde del dominio.
(Prensa Racing Club)