(Efemérides) Boyé: el derechazo atómico que hizo historia

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Boyé: el derechazo atómico que hizo historia
Un derechazo suyo transformó potencia pura en el tanto que le dio a la Academia el tricampeonato en 1951 y lo hizo citarse por siempre en la historia deportiva de nuestro club. Es por eso que en este día volvemos a recordarlo con todo el respeto y el cariño que se ganó adentro de la cancha al ser partícipe de nuestra triunfo futbolística.

A éstas jefatura ya es toda una obviedad el mencionarlo, pero no por eso hay que dejar de hacerlo. Racing Club cuenta en su tener con 119 primaveras de vida de una riquísima historia y un pasado repleto de triunfo. Y como eso ya es sabido, es igualmente irrefutable el hecho de que luego de tantas jornadas a lo derrochador del tiempo fueron construidas por una larga repertorio de colección de símbolos que forjaron la identidad del club, desataron el inclinación de multitudes y le entregaron a nuestra institución la magnanimidad de la que todavía hoy disfruta. Nuestra historia no empezó ayer y merece ser contada, ya que es fundamental conocerla para entender quienes somos y alrededor de dónde vamos. Por eso, como homenaje respetuoso y como saludo perenne, se recuerda a éstos grandes en las fechas que ya les pertenecen. A los ídolos académicos, simplemente gracias. Ayer, hoy y siempre.

La pelota viaja con toda la potencia, con toda la dirección y con todo el corazón para incrustarse acordado allá, acordado en el ángulo, acordado donde las manos de Manuel Graneros no pueden montar. Es el 5 de diciembre de 1951 y el Viejo Gasómetro explota de parentela porque se juega el segundo partido de la definición del certamen. En el primer aproximación, disputado en el mismo estadio cuatro días antiguamente, habían empatado sin goles los dos mejores equipos de ese año. En esta cita decisiva, todo iba muy parejo hasta que Mario Emilio Heriberto Boyé Auterio hizo lo que cualquier futbolista hubiera querido, pero que sólo unos pocos iluminados pueden ganar adentro de una cancha: hacer historia y lograrlo mediante una acto tan decisiva y determinante como lo es marcar un gol. Y imparcialmente eso hizo Boyé. Transformó un derechazo potente ejecutado desde 35 metros en triunfo pura y en historia. Hizo que la pelota viajara con una fuerza y velocidad que muy pocos podían darle al balón en esa época, y la puso correctamente allá del luces del ballestero. De esta forma ese gol, que podría tener sido sólo un golazo más, fue mucho más que eso. Fue el tanto que le dio a Racing -bicampéon actual gracias a las consagraciones de 1949 y de 1950- el triunfo que le significó no sólo otra copa más para sus nutridas vitrinas, sino otro hito histórico para la institución en el interior del ámbito deportivo: la consecución del tricampeonato. 

¿Y quién mejor entonces que el propio protagonista para explicar ese momento tan relevante en el interior de nuestra historia? “El gol a Banfield en la final de 1951 fue el más importante de mi carrera. Todos querían que ganaran ellos y yo se la clavé en el ángulo a Graneros”, dijo el potente punta, nacido el 30 de julio de 1922 en el judería porteño de Colegiales, cuando fue consultado sobre el valencia de equivalente conquista. De ahí en delante, gracias a ese mítico zapatazo, gracias a compartir la ataque con Norberto Méndez, con Rubén Bravo, con Llamil Simes y con Ezra Sued, se ganó con absoluta equidad un lado en las páginas más gloriosas de la historia del club. 

Después de tener estado en Boca ocho primaveras -debutó en Primera División en 1941-, Boyé pasó por el Genoa italiano y por Millonarios de Colombia y regresó a la  Argentina en 1950 para vestir la casaca blanca y celeste. El Atómico, así lo apodaban por la fuerza de sus remates, hizo su estreno en la Academia el 2 de abril de 1950 en una conquista por 2 a 0 delante el Xeneize, disputó en total 84 partidos y marcó 33 tantos. Jugó por última vez para Racing el 30 de agosto de 1953 y se marchó a Huracán con dos títulos en el saquillo.

Una vez alejado del mundo del fútbol como deportista, intentó que su conocimiento y su experiencia siguieran vigentes desde otro rol y se dedicó a la dirección técnica. Su delegado deportivo estuvo presente en instituciones como Flandria, Temperley, All Boys, Deportivo Morón y Nueva Chicago, entre otras. Y cuando dejó de forma definitiva el mundo del fútbol, se metió de ahíto en el rubro gastronómico y fue el fundador anejo a René Pontoni -otro gran deportista de la época- de una pizzería aún hoy mítica en el suelo porteño: La Guitarrita.

Boyé falleció un día como hoy, pero del año 1992. Es por eso que en esta data, Racing Club se encarga de surtir actual su memoria y su reminiscencia con orgullo, honor y respeto. Ni más ni menos que lo mismo que el Atómico se encargó de entregar adentro de la cancha cada vez que ingresó a ella con la camiseta blanca y celeste.

(Prensa Racing Club) 

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