Corbatta, esa locura hecha fútbol | Racing Club

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Único en lo suyo, fue un fenómeno que lució su talento con la camiseta racinguistas entre 1955 y 1962. En total, jugó 195 partidos y convirtió 79 goles. Como si fuera poco, fue campeón en 1958 y en 1961. Falleció el 6 de diciembre de 1991, a los 55 años. Grande entre los grandes dentro de la historia de nuestro club, su fútbol fue un sello de distinción que lo ubicará por siempre junto a los mejores de todos los tiempos. Hoy Racing recuerda una vez más con emoción y orgullo a ese wing derecho sensacional: el Loco.

La afirmación resulta tan obvia como ineludible cuando se hace referencia hacia un pasado como el nuestro: Racing Club cuenta en su haber con 117 años de vida de una riquísima historia repleta de gloria. Y como eso ya es sabido, es también irrefutable el hecho de que luego de tantas jornadas a lo largo del tiempo fueron construidas por una larga lista de galería de símbolos que forjaron la identidad del club, desataron el amor de multitudes y le entregaron a nuestra institución la grandeza de la que todavía hoy disfruta. Nuestra historia no empezó ayer y merece ser contada, ya que es fundamental conocer la historia para saber quienes somos y hacia dónde vamos. Por eso, como homenaje respetuoso y como saludo eterno, se los recuerda en las fechas que ya les pertenecen. A los ídolos académicos, simplemente gracias. Ayer, hoy y siempre.

Se lo podía conocer, llamar o apodar de muchas maneras. La mayoría de la gente le decía “El Loco”. Puertas adentro de los terrenos deportivos se lo aclamaba como “El dueño de la raya de cal”. Y fronteras hacia afuera de nuestro país las comparaciones populares lo señalaban también como “El Garrincha argentino”. Había varias maneras de relacionar su persona a un apodo, sin dudas. Pero existía una única forma de pensarlo y de concebirlo: adentro de una cancha de fútbol, con la pelota pegada a su pie derecho y una forma única de expresar el juego que lo hizo indescifrable ante los rivales. Considerado a nivel general como el mejor puntero derecho de la historia criolla, para el pueblo racinguista fue, es y será simplemente Oreste Osmar Corbatta. Un sinónimo de nuestro club y de nuestro fútbol.  

Es que referirse a él significa emular la naturalización de lo imposible para todas aquellas personas que lo vieron, leyeron sobre él o lo oyeron nombrar. Porque Corbatta no era justamente un hombre cualquiera. Lo que para cualquiera era un imposible, para él era normal. Porque es tan cierto que estamos hablando de un hombre como que no estamos hablando de un hombre común y corriente en lo que al fútbol se refiere. Éste hombre en cuestión era capaz de ir y de venir por la raya gambeteando rivales. Imparablemente y sin siquiera despeinarse. Sin que nadie se la pudiera sacar, sin que los compañeros pudieran creer lo que estaban viendo. Él era así: un genio que tenía un amor absolutamente correspondido con la pelota, un crack con el talento natural para construir lo imposible, un fenómeno que conseguía que propios y ajenos se pararan de sus asientos para aplaudirlo. Nacido el 11 de marzo de 1936 en la localidad bonaerense de Daireaux, llegó a Racing en 1955 proveniente de Juverlandia de Chascomús. Y se quedó en el Cilindro hasta 1962.

Clásico wing derecho, su debut con la casaca celeste y blanca se produjo el 30 de abril de 1955 contra Gimnasia y Esgrima La Plata. Su primera conquista fue ante Ferro en mayo de ese año. Corbatta armó una gran sociedad con Juan José Pizzuti y juntos condujeron a la Academia a la conquista de los campeonatos de 1958 y de 1961, señalados como dos de los mejores equipos racinguistas de todos los tiempos. Formaron parte también de la delantera Pedro Manfredini (en 1958), Pedro Mansilla (en 1961), Rubén Sosa y Raúl Belén. Todas glorias futbolísticas de nuestra institución. En total, disputó 195 partidos oficiales y convirtió 79 goles. 

Su altísimo rendimiento lo llevó a ser convocado a la Selección, donde jugó 45 encuentros entre 1956 y 1962. Con el conjunto nacional marcó 18 tantos. Fue campeón del Campeonato Sudamericano (actual Copa América) en 1957 y en 1959. Ahí compartió la ofensiva junto a Humberto Maschio, a Antonio Angelillo, a Enrique Sívori y a Osvaldo Cruz. Además, jugó el Mundial de Suecia en 1958. La etapa final de su carrera transitó por Boca, por Independiente Medellín y por San Telmo.

Problemas relacionados a su adicción al alcohol hicieron que la llama de Corbatta se extinguiera demasiado rápido, cuando aún tenía mucho por entregar. Tristemente se fue antes de tiempo. Era muy joven. Tenía tan sólo 55 años cuando falleció el 6 de diciembre de 1991. Luego de su doloroso deceso y por un pedido especial realizado por los dirigentes académicos, la Municipalidad de Avellaneda renombró el Pasaje Cuyo y lo rebautizó por siempre como el Pasaje Corbatta. Y más allá de que hoy se cumplan 29 años de su partida física, este homenaje sigue siendo la mejor forma de recordarlo: unido al Cilindro, al fútbol y a Racing Club. Ayer, hoy y siempre. Ese es el destino de los ídolos que dejan huella. Y la de Corbatta fue demasiado grande. Inmensa. Como la de ese fútbol que lo hizo leyenda.

 

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(Racing Club) 

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