Carrizo, campeón desde el arco | Racing Club

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Futbolista de una jerarquía distintiva, fue titular durante gran parte del torneo de 1966 y continuó formando parte del plantel legendario que consiguió la Copa Libertadores y la Intercontinental en 1967. A 13 años de su partida física, el recuerdo del club a su figura permanece inalterable como muestra de afecto y de agradecimiento eternos.



 

Nuestra historia no empezó ayer y por lo tanto merece ser contada. Para saber quién es uno y hacia dónde va uno es fundamental conocer su propia historia; en especial cuando es tan rica y gloriosa como la de Racing. Y nuestra institución, con 117 años de vida, posee un pasado repleto de gloria, que tuvo a lo largo de tantos años a símbolos que forjaron la identidad colectiva del club, que desataron el amor de multitudes y que le entregaron la grandeza de la que todavía hoy disfruta. Por eso, como homenaje respetuoso y como saludo eterno, se los recuerda en las fechas que ya les pertenecen. A los ídolos académicos, simplemente gracias.

El 12 de septiembre de 1935, en la localidad bonaerense de Junín, nació un pequeño gigante. Nadie lo sabía todavía con certeza pero el pequeño gigante tenía destino de futbolista y, dentro de esa gama en particular, tenía destino de arquero. Hijo no reconocido del gran delantero del ascenso Luciano Agnolín, Luis Carrizo, el pequeño gigante, empezó a revolcarse debajo de los tres palos sin tener noción de que esas voladas lo conducirían a la gloria. De su ciudad natal se vino a Buenos Aires a buscar suerte y, en ese derrotero, pasó por San Lorenzo, por Estudiantes, por All Boys y por El Porvenir. A Racing llegó en 1963 para ser parte de una historia inolvidable. 

Las crónicas de la década de 1960 hablan de él como un tipo de temperamento duro y de físico impactante: medía alrededor de 1,90 metros y pesaba más o menos 100 kilos. Para los atacantes contrarios no era nada agradable toparse como semejante cuerpo. Le costó afianzarse en el arco del conjunto de Juan José Pizzuti. La oportunidad se le dio el 17 de abril de 1966, en un clásico ante River que terminó 1 a 1, cuando reemplazó a Agustín Mario Cejas -salió lesionado con la fractura de un dedo de su mano derecha-. A partir de ahí, el arco fue suyo y su presencia fue una fija en la formación de ese equipo que se coronó campeón de Primera División el 20 de noviembre de ese año. 

Se quedó para ir por la caza del continente. Antonino Spilinga se sumó al plantel en 1967 para completar el terceto de arqueros de un plantel al que se le venían encima múltiples compromisos. Relegado por el brillante nivel de Cejas, Carrizo jugó esa temporada solamente dos partidos, ambos por el certamen internacional: ante Independiente Santa Fe, en Colombia; y frente a Bolívar, en Bolivia. Después de alzar la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental, se quedó con el pase en su poder y continuó su carrera en Deportivo Español y en el Rangers de Chile. En total, jugó con la casaca celeste y blanca 100 encuentros. 

A los 72 años, el 12 de noviembre de 2007, Carrizo falleció dejando una tristeza enorme en el club. Y en este día la institución elige recordarlo de nuevo con sincero afecto y orgulloso aprecio, por considerarlo uno de los integrantes de esa vasta galería de artífices de la gloria que a lo largo de toda nuestra historia le han otorgado a Racing Club la grandeza que ostenta.

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(Racing Club)