Dueño de una gambeta indescifrable que le dio lugar a ese mítico apodo que se ganó en los potreros, se transformó en un socio ideal de otros grandes jugadores que pasaron por las filas racinguistas como el Marqués Sosa, Corbatta y Pizzuti. Sustentado en un talento único fue un wing con gol y además, con títulos: salió campeón en 1958 y en 1961. Es por eso que en este día Racing lo recuerda una vez más de la forma en que los grandes se lo merecen.
La afirmación resulta tan obvia como ineludible cuando se hace referencia hacia un pasado como el nuestro: Racing Club cuenta en su haber con 117 años de vida de una riquísima historia repleta de gloria. Y como eso ya es sabido, es también irrefutable el hecho de que luego de tantas jornadas a lo largo del tiempo fueron construidas por una larga lista de galería de símbolos que forjaron la identidad del club, desataron el amor de multitudes y le entregaron a nuestra institución la grandeza de la que todavía hoy disfruta. Nuestra historia no empezó ayer y merece ser contada, ya que es fundamental conocer la historia para saber quienes somos y hacia dónde vamos. Por eso, como homenaje respetuoso y como saludo eterno, se los recuerda en las fechas que ya les pertenecen. A los ídolos académicos, simplemente gracias. Ayer, hoy y siempre.
Raúl Oscar Belén, ese zurdo escurridizo nacido el 1 de julio de 1931 en la ciudad santafesina de Roldán, fue un hombre que gambetéo casi desde que aprendió a caminar. Y si bien gambeta y misterio no suelen ser sinónimos, si lo son en este caso puntual. Pocas veces ocurre pero acá, al referirse a semejante crack, ambos términos quieren decir exactamente lo mismo. Apodado la Bruja por lo indescifrable de sus movimientos contra la raya, debutó en el club el 16 de junio de 1957, en un triunfo por 2 a 0 ante Ferro, luego de estar 18 meses fuera de las canchas por una tuberculosis que casi lo deja afuera del fútbol. Había venido de Newell’s y, en poco tiempo, demostró todo el potencial que tenía. Y, ni bien se juntó con Rubén Sosa, sus condiciones se multiplicaron hasta volverse una carta fundamental.
Salió campeón en el Cilindro. Y dos veces: en 1958 y en 1961. En ambas campañas, formó parte de una delantera brillante: Oreste Corbatta, Juan José Pizzuti, Pedro Manfredini o Pedro Mansila, Sosa y él. De local y de visitante, ante los equipos grandes y frente a los no tan grandes, los cinco se encargaron de poner a la camiseta celeste y blanca por encima de todas las demás. Hasta 1964 estuvo Belén en Avellaneda, donde disputó 174 partidos y convirtió 63 goles oficiales -más 19 entre giras al exterior y amistosos en el país-. Además, formó parte de la Selección que disputó el Sudamericano de 1959 -donde Argentina consiguió el título- y el Mundial de 1962.
Enamorado de este deporte, la Bruja explicó alguna vez, en una clara declaración de principios, cómo arrancó esa pasión por el juego. “Me acuerdo de que los muchachos de la barra de mi hermano mayor compraron una pelota y se le dieron para que la llevara a casa. Yo la agarré y me dormí abrazado a ella. Nunca me acosté tan temprano como esa noche. ¡Quién iba a pensar que esa pelota me iba a dar tantas alegrías!”, confesó ante un periodista que estaba interesado en su historia. Su espíritu amateur, pese a haber vivido en el profesionalismo, se sostuvo intacto más allá del paso del tiempo.
Hace exactamente una década, el 21 de agosto de 2010, y con 79 años, Belén falleció en Rosario. Y más allá del dolor de su partida, en este presente y ante la posteridad Racing se encargará de que su memoria se mantenga siempre presente. Es la única forma de que las futuras generaciones de racinguistas recojan su legado y sepan que una vez en el club jugó un tipo que a la hora de gambetar resultaba tan mágico como indescriptible.
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(Racing Club)