Pasó tres años y medio en el club en los que demostró ser capaz de dejar un recuerdo colectivo superior al grito de gol de un campeonato, con todo lo que eso significa. Augusto Solari se fue y en Racing lo vamos a extrañar. ¡Hasta siempre!
En Victoria tomó la pelota entre sus pies para llevar a Racing a la tan ansiada gloria. Ya había marcado varias veces con la casaca blanca y celeste pegada a su pecho antes de ese instante puntual. Pero este fue sin dudas el grito que lo hizo ingresar en la inmortal galería de los héroes académicos cuyas hazañas deportivas se recuerdan más allá del paso del tiempo. El fallido rechazo del arquero Marinelli tras una disputa dentro del área local entre Moiraghi y Zaracho dejó la pelota a marced del destino. Y a merced de Solari. Tras el impacto del balón en el travesaño, Augusto siguió la jugada como un perro de presa que olfateó en la ocasión una oportunidad certera de conseguir aquello que buscaba: el gol. Corrió algunos metros hacia el encuentro del esférico mientras el resto de la escena se mantenía casi suspendida en el tiempo y le puso con firmeza la cara interna del pie derecho, para asegurarlo y no fallar. Y no falló. Corría el 31 de marzo del 2019 en la cancha de Tigre. Corría él con júbilo por el costado del campo, con el 18 estampado en la espalda y los brazos abiertos de par en par antes de ese abrazo que significó el título de la Superliga 18/19.
Durante su instancia en Avellaneda tomó la pluma e intentó reescribir la historia propia tan sólo con sus manos. Lejos de las supuestas mieles del éxito relacionadas al mundo del fútbol de Primera y al conformismo que podría suponer la carerra en determinados aspectos relacionados en especial con el costado material de la vida, Augusto forjó desde sus ganas y su capacidad una idea de progreso individual apoyada en las ganas, el talento y la autosuperación. Ávido lector desde sus tiempos de juventud, agudizó ese hábito con el paso de los años y le dio rienda suelta además al la escritura como una herramienta no sólo de expresión, sino también como una puerta de entrada a la creación de otros mundos dentro de su propio universo. Además, supo entender que el futbolista puede expandir los límites de su formación académica y profesional fuera del ámbito deportivo si así se lo propone, como le es propio a cualquier persona que tenga ganas de experimentar un crecimiento desde esa condición propia. Por eso continuó con sus estudios en paralelo a su entrenamiento y no claudicó con su ambición ni aún en los momentos más duros de la pandemia del coronavirus, durante los que siguió con sus clases a distancia como hizo -y hace- la gran mayoría de la gente en la actualidad.
En Vigo y tras ser oficializado como jugador del Celta, Solari se tomó el tiempo necesario para decir ante Racing lo que quería expresar y de la forma en que deseaba hacerlo. Tomó la palabra con su tranquilidad característica y se dirigió a la «querida familia racinguista» para expresar con cariño el apoyo recibido a lo largo de los tres años y medio en los que estuvo en nuestra institución. Usó la oratoria con simpleza pero con aplomo, cono ya lo había hecho muchas veces antes durante su paso por el equipo. De perfil bajo y silencioso hacia el exterior del vestuario, supo esgrimir dentro de él su rol de referente campeón desde el costado de la experiencia y de la formación, en especial para con los más pibes, al entregar siempre que la ocasión lo requería la palabra justa en el momento en que la situación lo ameritaba. Parece algo sencillo de lograr, pero no lo es. Y puertas hacia afuera del grupo, cada vez que tuvo que hablar se encargó de que su voz se hiciera escuchar, tanto ante los medios de comunicación como ante el pueblo racinguista o del fútbol en general. Transmitió calma. Tanto en los momentos de viento a favor como en los de viento en contra cimentados en situaciones complicadas, como la lesión en la rodilla izquierda que lo marginó de las canchas durante varios meses. Y fue en esas situaciones en que las que Augusto se mostró más entero, para dejar en claro que la calma no debe perderse ni aún en las peores tempestades.
En la Academia dejó su huella por partida doble: hizo historia y además consiguió quedar dentro de ella, tras entrar por esa puerta grande que sólo usan aquellos que logran ser campeones. Pero más allá de sus 72 partidos jugados -con 4764 minutos-, los 10 goles convertidos y los dos títulos conseguidos con nuestra camiseta, Augusto Solari no deja tras su partida del club solo el recuerdo de los logros apoyados en el fútbol del que formó parte, sino también el sentimiento de que el uso honesto de la palabra también puede ser motivo de festejos para destacar en la vida, similares al de uno de esos gritos desaforados de gol que nos hacen vibrar el alma. Por eso le creemos con el corazón a esos dichos en su despedida que afirman que nos va a echar de menos. Su querida familia racinguista también lo va a extrañar mucho.
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(Racing Club)