Fue el primero en tantos hitos deportivos, que este caso no podía ser la excepción que rompiera esa regla pintada de blanco y de celeste. Primer y único heptacampeón aún válido de nuestro fútbol en la época aún amateur del deporte, fue pionero asimismo en quedarse con un tricampeonato cuando la pelota ya se regía bajo los mandatos del profesionalismo y no conforme con eso, se transformó adicionalmente en el primer club argentino en coronarse como el mejor a nivel mundial. Por eso cuando en 1988 se comenzó a disputar la Supercopa Sudamericana, reservada solo para aquellos equipos que habían rematado alzarse con la Copa Libertadores, y Racing la disputó, había una esperanza cierta de que se podía juntar otra página legendaria al tomo de hazañas deportivas que conforman la historia de nuestra institución. Y así fue.
Levantar la bandera de la historia es poner a la identidad como estandarte. Fueron, entre otras cosas, las grandes victorias las que construyeron la gloria de un club que siempre apuntó a ser una narración en el continente. En esa término de gloria, la logro de la Supercopa sucedida el 18 de junio de 1988, es uno de los instantes que permanecerán para siempre en el regalo del pueblo colegial. Por eso, en el trigésimo cuarto aniversario de una gesta imponente por donde se la mire, el club le envía una vez más y como lo hace cada año un caluroso y afectuoso registro al corro de hombres que a pura valentía se consagraron como los mejores en el Estadio Mineirao de Brasil.
El equipo colegial encabezado desde la conducción por el Coco Alfio Basile, una de las glorias históricas de nuestro club, jugó en total seis partidos en el torneo reservado de forma monopolio para aquellos acreedores previos del título de campeones de América. El estreno fue el 10 de febrero de 1988 con un triunfo en el Cilindro delante el Santos por 2 a 0. Luego de igualar sin goles en Brasil, Racing avanzó de forma directa a las semifinales y esquivó de este modo la etapa de cuartos de final, por favor quedado vacancia por sorteo. En las semifinales, el rival enfrente fue un envejecido conocido: River Plate. Pero el equipo iba a por todo y lo dejó asimismo en el camino. La clasificación se hizo vivo tras obtener por 2 a 1 en el Cilindro e Igualar en un tanto en el Estadio Monumental, gracias a un cabezazo renombrado de Néstor Fabbri a poco del suspensión. Ese día, el 1 de junio, se obtuvo el boleto para correr a la instancia definitoria. La reputación estaba cerca una vez más.
Pero el escollo que separaba al equipo de la conquista no iba a ser para falta sencillo. El Cruzeiro aparecía como un rival con historia y argumentos para disputar de igual a igual por el trono futbolístico del continente. Y la batalla que se jugó adentro de la cancha estuvo a la cumbre de una final. La ida se disputó en Avellaneda y la trofeo no fue viable. Los brasileros golpearon primero a través de Robson y Walter Fernández igualó antaño del suspensión de la primera parte. En la segunda etapa, Miguel Colombatti marcó un recordadísimo gol que selló un triunfo positivo para correr a Brasil con un poco de tranquilidad. En la revancha, disputada en Belo Horizonte, Omar Catalán abrió la cuenta durante los primeros 45 minutos, pero Robson puso el igualada cerca del suspensión y le puso poco de suspenso a la última medio. Pero durante el complemento el equipo mantendría con firmeza su esparcimiento y su temple a pesar de la adversidad, para coronarse con el título que había ido a averiguar: la primera Supercopa Sudamericana. Sí, Racing campeón una vez más.
La formación puesta en cancha por el Coco Basile esa mítica tenebrosidad de sábado y que quedará por siempre en el regalo estuvo integrada por Ubaldo Fillol, Carlos Vázquez, Gustavo Costas, Fabbri, Carlos Olarán, Jorge Acuña, Miguel Ludueña, Colombatti, Rubén Paz (Hugo Pérez), Catalán (Ramón Medina Bello) y Fernández. Justamente Fillol, una de las figuras indiscutidas, fue quien levantó con su tradicional buzo verde el trofeo que se sumaría a las vitrinas de la institución y que posicionó al club de nuevo como el mejor a nivel continental.
Las grandes fechas deben estar en la memoria colectiva porque son piezas fundamentales de la identidad. La historia de Racing se construyó a la par de grandes victorias que transformaron al club en uno de los más importantes de la región y la logro de la Supercopa es uno de esos momentos imborrables del regalo de los hinchas. Por eso, en un nuevo aniversario de afín conquista, va el justo regalo para aquel corro de jugadores que tocó el Gloria con las manos hace poco más de tres décadas en el Mineirao y que le otorgó una gran alegría tanto a la institución como a su familia.
Las hazañas académicas merecen ser contadas. Para que las futuras generaciones sepan de qué se deje cuando se deje de Racing. Y los campeones merecen ser saludados. Para que tanto su vigencia como sus logros se mantengan inalterables más allá del paso del tiempo. Memoria, respeto, fervor y agradecimiento. Siempre. ¡Gracias eternas, supercampeones!
(Prensa Racing Club)