Hay que comenzar por el final, por el momento en que el 3-0 para Atlético Nacional se alzaba como sentencia. Había transcurrido casi todo el segundo tiempo en el que los desajustes en defensa explicaban la ventaja del local. Lo que había terminado 1-0 en la etapa inicial, sin demasiadas diferencias, se había transformado, casi, en cosa juzgada porque Racing era vulnerable a situaciones mínimas, como un pelotazo y centro en el contraataque del 2-0 o un cabezazo sin marca en el 3-0 luego de un córner nacido de una mala salida propia (pelota corta de Tagliamonte que Sigali, de espalda, no advirtió).
Toda la desesperanza cambió en cuatro minutos, de los 44 a los 48, con dos penales bien sancionados (uno por falta a Roger Martínez y otro a Rojas), que Piovi ejecutó con eficacia plena. Pero ni esa recuperación impensada sirvió para alterar el desorden en la zona propia. A los 50 minutos, un pelotazo desde 60 metros encontró a la última línea visitante despoblada en la zona derecha. El lanzamiento fue rechazado hacia la derecha por Rojas, a una región sin la custodia de Sigali ni de Martirena, donde Cantera, solito, la pico sobre el achique de Tagliamonte. El 4-2 resultó, puede afirmarse, más duro que el 3-0 por la manera que se produjo.
Queda, es cierto, la revancha en Avellaneda el jueves 10, sin gol de visitante con doble valor ni especulación posible: un resultado favorable por dos goles llevará a la definición por tiros desde el punto penal y otro por mayor distancia pondrá a Racing en cuartos. Las otras alternativas se traducirán en eliminación. Racing deberá recuperar los momentos de juego, que los tuvo, con pase encadenado y control de los ritmos. Eso sucedió hasta más allá de los 30 primeros minutos. El 1-0 alteró los planes y sacó de eje al equipo, que volvió a exponer su endeblez en el juego aéreo.
Quedan 90 minutos. ¿Quién dijo que todo está perdido?
(Prensa Racing Club)