Primera verdad que está clara: la historia no empezó ayer. Segunda verdad indiscutible: la historia merece ser contada. Tercera verdad irrefutable: es fundamental conocer la historia para saber quién es uno y hacia dónde va uno. Racing Club, con 119 años de vida, con un pasado repleto de gloria, tuvo a lo largo de tantos años símbolos que forjaron la identidad del club, que desataron el amor de multitudes y que le entregaron la grandeza de la que todavía hoy disfruta. Por eso, como homenaje respetuoso, como saludo eterno, se los recuerda en las fechas que ya les pertenecen. A los ídolos académicos, simplemente gracias.
Lo trataban con el mayor de los respetos. Y resultaba lógico. Pancho para unos, Tute para otros, nadie desconocía la categoría de un hombre que dejaría su sello en este deporte. Francisco Carlos Olázar, nacido el 10 de julio de 1885 en Quilmes, ofrecía una imagen impoluta que generaba admiración en propios y en extraños. Surgido en el club Mariano Moreno, una pequeña institución de la zona de Avellaneda, llegó a Racing en 1908 para comenzar a desempeñarse como bastión de la Cuarta División. Y no se fue nunca más porque la camiseta celeste y blanca se le transformó en una patria profunda.
Dueño del círculo central, el centrohalf no solamente fue titular indiscutido en el equipo que obtuvo de forma consecutiva los campeonatos nacionales entre 1913 y 1919 sino que, además, fue el capitán a lo largo de todo ese glorioso período. Con conocimiento táctico, con fuerza para quitar y con técnica para resolver con la pelota en los pies, se dio también el gusto de coronarse en una cantidad importante de copas nacionales. Como si todo esto no fuera suficiente para dejar en claro su jerarquía, convirtió 37 goles a lo largo de su carrera en la Academia, algo bastante poco frecuente para alguien que se desempeñaba lejos del área contraria.
Evidente consecuencia. Haber jugado tan bien durante tanto tiempo lo hizo justo acreedor de un sitio en la Selección. Disputó varios partidos con el combinado nacional y se destacó por sus fortalezas defensivas y ofensivas. Y, dentro del vestuario, tuvo un rol protagónico porque, al igual que en Racing, fue un referente para todos sus compañeros por la capacidad para construir ambientes positivos de competencia. Ya retirado, fue entrenador de la Argentina en el mundial de Uruguay 1930 y consiguió el subcampeonato tras caer por 4 a 2 en la final.
El 17 de septiembre de 1958, hace exactamente 64 años, Olázar falleció en Lomas de Zamora, dejando una gran tristeza en la institución en la que hizo historia como muy pocos consiguieron lograrlo. Siempre ligado al club, siempre símbolo académico y a más de seis décadas de su partida, hoy se lo recuerda una vez más con el mayor de los orgullos.
(Prensa Racing Club)