(Efemérides) Gutiérrez, sinfoníco con la pelota

Racing

Gutiérrez, sinfoníco con la pelota
Fue un jugador adelantado a su tiempo, con una categoría excepcional y un fútbol que le permitieron destacarse como un mediocampista polifuncional. Fue una pieza fundamental en el tricampeonato académico y apoyado en sus años de gran rendimiento luego se destacó también en la Selección Nacional y más tarde llegó al fútbol español.

La afirmación resulta tan obvia como ineludible cuando se hace referencia hacia un pasado como el nuestro: Racing Club cuenta en su haber con 119 años de vida de una riquísima historia repleta de gloria. Y como eso ya es sabido, es también irrefutable el hecho de que luego de tantas jornadas a lo largo del tiempo fueron construidas por una larga lista de galería de símbolos que forjaron la identidad del club, desataron el amor de multitudes y le entregaron a nuestra institución la grandeza de la que todavía hoy disfruta. Nuestra historia no empezó ayer y merece ser contada, ya que es fundamental conocer la historia para saber quienes somos y hacia dónde vamos. Por eso, como homenaje respetuoso y como saludo eterno, se los recuerda en las fechas que ya les pertenecen. A los ídolos académicos, simplemente gracias. Ayer, hoy y siempre.

Las crónicas de la época ya eran más que elocuentes al respecto de su juego. Y no era para menos. Ernesto Gutiérrez daba certezas desde adentro de la cancha de aquello que más tarde solía ser retratado en el papel por los relatos periodísticos más destacados, como los que solían integrar cada edición de la Revista El Gráfico. «Un half izquierdo de los más completos que hubo en el país: bajaba a defender, subía para atacar, tapaba al volante derecho rival al tiempo que por su banda, pergeñaba cada ataque propio. Tenía estatura pequeña pero su fútbol era gigante. Con su voz ronca pedía la pelota cuando nadie se hacía cargo. Era la rueda de auxilio. Le tiraban un ladrillo y lo reconvertía en el inicio de un circuito interesante», se encargaba de destacar el semanario  con lujo de detalles al respecto de lo que el jugador mostraba adentro del campo de juego. Todo un talento para su época. Un futbolista integral, que podía llevar a cabo aquello que el partido le requería, pero que además, se lograba hacer el tiempo para mostrar con su juego de dotes de talento casi sinfónico. No por nada lo apodaban Beethoven…

Nacido el 5 de noviembre de 1925 en la Capital Federal, llegó a Racing en 1947 tras haber debutado a mediados del 44 en Ferro Carril Oeste y con más de medio centenar de partidos oficiales en su haber. La dirigencia académica había posado sus ojos en él luego de sus sólidas actuaciones y ante la oportunidad de poder incorporarlo por la suma de $70.000 pesos, no hubo dudas al respecto de su arribo a Avellaneda. Y en cuanto se puso la casaca racinguista en aquel debut ante Atlanta, comenzó a demostrar que su elección no había sido una equivocación sino más bien un acierto. Y con creces. Es que el Rey Petiso, el otro apodo con el que se lo identificaba debido a su baja estatura, no solamente realizó en la cancha todo aquello para lo que se lo habia contratado, sino que mostró un fútbol de alta categoría en su posición que le permitió hacer casi de todo: ahogar a los rivales, relevar a los defensores, recuperar pelotas, administrar el juego y asistir a los delanteros. Gutiérrez hacía de todo. 

Su juego cerebral, físico y técnico en iguales dosis le permitió destacarse como un jugador que terminó por ser polifuncional, en una época en la cual no era tan habitual salirse de los esquemas fijos posicionales a nivel individual. Esta condición lo transformó en una permanente rueda de auxilio en toda la cancha y lo hizo un elemento fundamental e insustituible en el Racing que logró el histórico tricampeonato entre el 49 y el 51 al mando de Guillermo Stábile. Con nuestra casaca disputó nada menos que 226 encuentros y marcó 3 goles, hasta que dejó el club en 1954.

El alto nivel mostrado en la Academia fue la llave que le abrió las puertas a la Selección Nacional y con posterioridad, también al fútbol europeo. Con la camiseta de la Argentina tuvo el privilegio de formar parte de una generación dorada del combinado albiceleste, por el que pasaron muchas de las más grandes figuras de la época. Debutó en el 47 con un 6-0 ante Colombia y jugó para su país hasta el 56. Durante ese lapso participó en 23 partidos y fue campeón de la Copa América en el año de su estreno y también en el 55.

La experiencia en el Viejo Continente le llegó en el Celta español dentro de la temporada 56-57. De madre argentina y padre malagueño -de ahí su doble apellido Gutiérrez Bocono- el Che, como se lo llamó tras su llegada a Vigo, representó una incorporación sin precedentes para la época en el club, que le pagó a Racing la suma de 300.000 pesetas para adquirir su ficha y lo transformó en el jugador mejor pago de aquel plantel. Pero más allá de la ilusión inicial depositada en su figura, jugó 2 años sin poder lograr destacarse al mismo nivel mostrado en las filas académicas y retornó al país en el 59, para retirarse de la actividad deportiva tras un paso por Argentinos Juniors.

Tiempo más tarde los caminos de la vida y del fútbol volverían a poner a Gutiérrez frente a frente con su amada Academia, aunque en este caso desde el otro lado de la línea de cal y con una función basada de lleno en la conducción. Fue así que durante 1965 retornó al Cilindro de Avellaneda y por un lapso de 10 partidos se hizo cargo de la dirección técnica del primer equipo en dupla técnica junto a José García Pérez.

El 9 de diciembre de 2010, hace exactamente 12 años, el querido Ernesto falleció a la edad de 81 a causa de un paro cardíaco. Su partida física dejó una gran tristeza en la institución en la que hizo historia a un nivel que muy pocos futbolistas consiguieron. Es por ese motivo que hoy se lo recuerda una vez más con el mayor de los orgullos, por haber dejado grabados en nuestra historia su nombre y su apellido dentro de la galería de los grandes símbolos deportivos de Racing Club.

(Prensa Racing Club)