Balay, la distinción del buen fútbol | Racing Club

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Palito vistió nuestra gloriosa camiseta a lo largo de seis temporadas y durante todas ellas mostró un juego que generó aplausos en las canchas del fútbol argentino. Y para quedar por siempre grabado en los libros del club, salió campeón en 1958. Hoy Racing lo recuerda de nuevo con el afecto eterno que se conserva por los grandes de la historia.

Nunca está de más el recordar el siguiente detalle que no es para nada menor: Racing Club cuenta en su haber con 117 años de vida de una riquísima historia y un pasado repleto de gloria. Y como eso ya es sabido, es también irrefutable el hecho de que luego de tantas jornadas a lo largo del tiempo fueron construidas por una larga lista de galería de símbolos que forjaron la identidad del club, desataron el amor de multitudes y le entregaron a nuestra institución la grandeza de la que todavía hoy disfruta. Nuestra historia no empezó ayer y merece ser contada, ya que es fundamental conocerla para saber quienes somos y hacia dónde vamos. Por eso, como homenaje respetuoso y como saludo eterno, se recuerda a éstos grandes en las fechas que ya les pertenecen. A los ídolos académicos, simplemente gracias. Ayer, hoy y siempre.

La pisaba y la pasaba. La movía y aparecía por un lado y por el otro, en su área y en la del contrario. Ese tipo que sí que jugaba. Sabía gambetear y sabía quitar y sabía atacar y sabía defender. Arnaldo Balay era simplemente así: se divertía teniendo la pelota en sus pies y se comprometía cuando la manejaba el rival. Nacido el 2 de septiembre de 1928, se había vuelto futbolista en los potreros de la zona de Valentina Alsina. Orgulloso socio ilustre de Peñarol, el club de su barrio, llegó a Racing en 1952 y se quedó exponiendo su elegancia en el Cilindro durante seis temporadas. Sucesor de Inocencio Rastelli, obtuvo el reconocimiento de compañeros y de adversarios con absoluta justicia. A todos maravilló con su audacia y con su creatividad en el campo. 

Palito, como se lo conocía por su delgadez, fue campeón. No podía ser de otra manera. En 1958, dirigido por José Della Torre, fue el mediocampista central -a veces se desempeñaba también como defensor- de un equipo que gozaba con una delantera brillante. Mientras Balay quitaba, equilibraba y repartía, Oreste Corbatta, Juan José Pizzuti, Pedro Manfredini, Rubén Sosa y Raúl Belén se cansaban de hacer goles. En total, con la camiseta celeste y blanca, disputó 117 partidos y nunca fue expulsado. Su fuerte no era convertir y, en eso al menos, los números no mienten: hizo un solo gol jugando para la Academia, frente a Platense en 1954. 

Tuvo su oportunidad en la Selección a partir de grandes actuaciones en el plano local. Formó parte del plantel que conquistó el Sudamericano de Chile 1955, donde el conjunto nacional se consagró invicto y con Balay en el once inicial. Defensor de un estilo vistoso, convencido de que estar en una cancha era una oportunidad para pasarla bien, dijo alguna vez públicamente: “Jamás le di una patada a alguien. Yo gambeteaba y gambeteaba. A veces me agarraba Dellacha y me puteaba porque estaba adelante de la línea del arco y salía jugando desde ahí. Lo hacía bastante seguido”.  

Se fue a los 78 años de edad, el 28 de septiembre de 2006. Ese día Palito falleció y dejó un gran recuerdo en el público racinguista que se mantiene con calidez hasta nuestros días. Es por eso que desde la institución se enaltece de nuevo su figura al cumplirse otro aniversario de su partida. Es la forma indicada de hacerlo para que las nuevas generaciones lo conozcan, no lo olviden y lo aplaudan.

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(Racing Club) 

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